El territorio en la antigua Grecia se ordenaba en torno a las ciudades-estado. Esto significaba que cada polis era políticamente independiente. Eso sí, su estructura era muy parecida: la parte alta o acrópolis era la dedicada a los dioses y sus templos, mientras que en la parte baja se encontraba el ágora en torno a la que se hacía la vida diaria.
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