Tras la convulsión que supuso el movimiento protestante, la Iglesia católica respondió a éste con una serie de reformas que se concretaron en el llamado Concilio de Trento. El objetivo: frenar la sangría de fieles que acudían a la fe protestante y renovar a la propia Iglesia católica.
Entre las medidas acordadas estuvo la creación del Tribunal de la Inquisición para perseguir y castigar a quienes se alejaran de las normas católicas. Los autos de fe fueron el instrumento de este tribunal para condenar a los herejes que no abjuraban de sus creencias contrarias al catolicismo.
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